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El caso Kavanaugh

Me interesan en este caso las reacciones que ha suscitado en España. Los mismos que dicen que las penas de cárcel han de estar orientadas a la reinserción son los mismos que se ensañan con este juez por algo que alguien dice que hizo más de treinta años atrás, cuando era adolescente.

Dan por buena la acusación, sin más contemplaciones, y le niegan el derecho a la reinserción. Con ello ponen de manifiesto la esencia del buenismo, que consiste en aparentar lo que no se es. No les preocupa la posibilidad de incurrir en injusticia, ni dar pie con ello a que sea fácil acabar con la reputación de cualquiera. Los mismos que son capaces de invitar a dar una conferencia a un terrorista de Terra Lliure o ETA, con el pretexto de que ha cumplido su pena de cárcel y, por tanto, ha saldado su deuda con la sociedad, se muestran inclementes con este juez estadounidense.

Por su parte, la señora que lo ha denunciado, después de treinta años de silencio, ha demostrado tener un rencor inmenso y una incapacidad para el olvido y el perdón contrastadas. Dicen que los favores se graban en la arena y los agravios en el bronce y en el caso de esta dama da la impresión de que es el caso.

San Pedro y San Pablo cometieron pecados más graves que el achacado a este juez y nadie pone en duda su bondad, ni cuestiona su santidad. El mismo hecho de querer acabar con la carrera de una persona por un motivo como el citado es una atrocidad.

El día en que la duda se instale en las mentalidades de las personas como un bien a proteger la humanidad habrá dado un paso de gigante. Si los etarras o los de Terra Lliure hubieran tenido dudas no habrían asesinado a nadie. Si queremos ser civilizados hemos de dudar.


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