Fijémonos en Mohamed

Aunque la actuación de nuestra ministrita de Exteriores induce a pensar que sus armas para medrar son la obsecuencia y la adulación, no es esto lo que interesa ahora, ni su probada torpeza, sino que es mejor centrar la mirada en el rey de Marruecos.

Mientras en la vieja Europa impera la indolencia, con sus distintas naciones deseosas de gozar sin contratiempos de la prosperidad alcanzada, mientras algunos juegan a sentirse poderosos y a manipular a las masas, en otras naciones de nuestro entorno, menos desarrolladas y cultas, todo pende de un hilo.

Mientras los mandatarios europeos piensan en las próximas elecciones a celebrar en sus países, otros gobernantes han de estar atentos a todo lo que se mueve, no vaya a ser que se los lleve por delante. Es posible que Mohamed VI sepa más de Europa que los propios europeos. Ha sabido aprovechar un error de la incompetente ministrita de Exteriores para mostrarle a la UE, y no sólo a España, lo que se le viene encima.

Es necesario y urgente que la UE se consolide, pero los nacionalismos lo impiden. Es imprescindible mandar a los nacionalismos al baúl de los recuerdos, hay que olvidarse de las naciones y pensar en los intereses de los ciudadanos y el mejor modo de resolverlos.

Mientras anden por en medio los manipuladores, que saben excitar y aprovechar los sentimientos, no será posible. Los manipuladores saben conseguir que las gentes voten en contra de sus intereses, que echen piedras sobre su tejado.

El único modo de salvaguardar el modo de vida europeo consiste en configurar la UE como una sola nación y hacerlo en torno a unos valores que se pueden considerar eternos, puesto que vienen perdurando desde hace milenios. No serían definitivas tampoco las fronteras, puesto que se podría admitir a las naciones que quisieran integrarse y aceptaran los mismos principios morales.

Los desafíos que presenta el futuro inmediato son inmensos y la actitud europea ante ellos es suicida.