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Padre de Ana y Olivia

Ignoro si el tal Tomás Gimeno es psicópata, aunque tiene todas las trazas. En el similar caso de José Bretón ya se dictaminó que sí. Y esta es la cuestión, el encaje de los psicópatas en el mundo.

Tampoco sé si son psicópatas por una cuestión congénita o adquirida, pero me atrevería a decir dos cosas: que son peligrosos y que, como todos, tienen derecho a vivir. Según Vicente Garrido Genovés, experto en la materia, entre el uno y el dos por ciento de la población es psicópata, lo cual da un número extraordinariamente alto de ellos. Y son muy peligrosos, puesto que su código ético es distinto, por no decir que inexistente. Cuando logran un cargo en el que no tienen nadie que los controle, como presidente del gobierno, presidente de un banco, papa, etcétera, el daño que pueden hacer es considerable. Y esos casos y otros se han dado con mucha frecuencia.

No es que la sociedad tenga derecho a protegerse, es que debe hacerlo. A los psicópatas no les importa serlo, lo que les molesta es que se sepa que lo son. Está bien que haya que preservar su intimidad, pero habría que evitar que pudieran dedicarse a la política, que es una función de servicio a los demás y ellos sólo se sirven a sí mismos. Es probable que en el Congreso de los diputados haya un número muy alto de psicópatas. Debería impedírseles el acceso a ningún cargo en el que no tuvieran a nadie por encima. Y que cuando alguien fuera a casarse con uno de ellos tuviera esa información, para que tomara precauciones si optara por seguir adelante.

Los jueces deberían contar con esa información, lógicamente, para no poner a los niños en riesgo.

El asunto de los psicópatas es de muy difícil solución, porque siempre hay alguno en los centros de poder que tendrían que resolverlo.

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