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Cebrián y Glez.

Han puesto el grito en el cielo a la vista de la deriva que han tomado los monstruos que habilitaron ellos, El País y el PSOE, como si hubieran podido tomar otra.

En lugar de asumir la responsabilidad y reconocer que no anduvieron muy finos, lo que hacen es desmarcarse, echar toda la culpa a los actuales responsables.

Pues no. Glez. y Sánchez son iguales, solo que este último es mucho más torpe. La intención de todo bajo control es común a ambos, solo que en el tiempo del primero había más demócratas y él sabía disimular mejor. Había demócratas en el PSOE y los había entre los votantes de izquierdas. Actualmente, a los demócratas se les llama fachas.

En cuanto pudo, Glez. les arrebató la independencia a los jueces con una excusa peregrina y pueril que también utilizan en la actualidad quienes del mismo modo desean tenerlos bajo control.

Por su parte, El País tenía bajo control a los intelectuales. Es sabido que el papel de estos consiste en denunciar los excesos del poder, que siempre se producen. Pero el medio de Polanco, que dirigía Cebrián, pagaba muy bien a sus colaboradores, con lo cual no osaban criticar al gobierno del PSOE. Había otros que aspiraban a escribir en este medio, conocido ya entonces como el diario gubernamental, y, por tanto, procuraban no enfadar a sus dirigentes.

Si algún intelectual díscolo asomaba la nariz, lo cual era un acto de inaudito atrevimiento, el diario de Polanco respondía con un editorial furibundo, para que nadie más osara hacerlo en lo sucesivo.

Si Glez. hubiera sido tan noble y leal como Adolfo Suárez, el PSOE habría sido distinto, la Constitución habría sido distinta, los nacionalistas no habrían gozado de tantas ventajas, los terroristas no habrían podido hacer tanto daño.

Entre los socialistas había gente con el alma más elevada que la de quienes tomaron las riendas del partido.

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