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Dos cobardes y un destino

Me refiero, por si alguien no lo ha adivinado, a Puigdemont y Sánchez. He puesto delante al que es mano y detrás al que va a remolque.

No se fían uno del otro y ambos juegan sus bazas de forma artera y los perjudicados siempre son los ciudadanos. Cuentan cada uno de los dos traidores a España con un número de diputados que están de acuerdo con cualquier cosa que hagan.

Tras este preámbulo queda la cuestión acerca de cuál es el destino que comparten. Normalmente y dado el daño que han perpetrado y el que tienen intención de hacer debería ser la cárcel. En realidad, ya deberían estar entre rejas, e incluso compartiendo celda o, al menos, pasillo.

Pero a la vista de la cantidad de cómplices con que cuentan no se puede descartar que logren eludir este destino e incluso lograr la ruina de millones de trabajadores honrados, que no tendrán ninguna posibilidad de escapar a la catástrofe.

La ceguera voluntaria quizá provenga de tiempos muy lejanos, pero en la actualidad se ha agudizado. Antes de que muchos mataran a Dios, o lo dejaran morir dentro de sus almas, se tenía la sensación de que lo veía todo y se tenía más cuidado al actuar. Esos diputados que apoyan a los dos cobardes hagan lo que hagan no consideran la posibilidad de que sus actos no queden impunes, seguramente piensan que con cambiarse de chaqueta si se da el caso ya quedan a salvo.

Pero es paradójico y al mismo tiempo muy triste que España, que ha dado tantos héroes y tanta gente abnegada y desprendida, esté a merced de dos tipos tan cobardes y viles como los citados.

El catalanismo no ha dado en toda su historia ni una persona que merezca la pena, pero en el PSOE sí que ha habido gente valiosa. Será que los que quedan en el partido no son capaces de estar a la altura de lo que soñaban sus mejores afiliados o votantes.

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