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El caso Alves y el gobierno

Empezaré con lo que ha dicho la penalista Bárbara Royo sobre Irene Montero, una de esas belarras que no sirven para nada bueno: «cada vez que abre el pico demuestra su absoluta ignorancia y su incapacidad, siquiera sea para hablar. Creo que se merece que alguien le meta ya una querella en condiciones». Por mi parte, lo que quiero es que ella y todas las demás belarras desaparezcan de la política y que se ganen la vida como puedan. El hecho de que hayan llegado al gobierno y vivan a costa de los impuestos es otra traición del PSOE.

Pero tenemos una ministra, supuestamente más cualificada que las belarras, que ha estado a su exacta altura. Todo lo que hacen ellas, cuando hablan, cuando caminan, se mueven, hacen gestos, es vulgar y chabacano. Todo lo que hace y dice María Jesús Montero también. Pero esta mujer es la que lleva las cuentas de España, con lo que queda clara la idea que tiene el PSOE de los españoles. Lo que ha dicho este esperpento humano, porque no cabe calificarla de otra manera, es que le sabe mal que se cuestione el testimonio de una víctima y se diga que la presunción de inocencia está por delante del testimonio de mujeres jóvenes y valientes. Una alta representante del sistema criticando a otras instituciones fundamentales para el sistema. Ni tiene prudencia, ni vergüenza, ni decoro.

Para las gentes relacionadas con el derecho la absolución de Alves no solo es correcta, sino que también era necesaria. Es normal que las belarras hablen y hablen sin saber lo que dicen, pero esta otra debería haber callado. Al hilo del caso, me parece oportuno recordar que en países con más solera democrática que España es posible querellarse con el fiscal y el juez, y esto es lo que podría hacer Alves si se hubiera establecido también para España.

 

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