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El esmero de la clase política

  • Foto del escritor: Vicente Torres
    Vicente Torres
  • hace 3 horas
  • 2 Min. de lectura

Felipe González es una suerte de elemento que, incapaz de hablar claro, se limita a figurar, a hacer como que hace. Y aquí lo tenemos ahora intentando salvar al partido que renovó, sin que se le haga ningún caso. Le llamaban dios sus seguidores, pero no era más que un diablillo. En cuanto perdió el poder se le fue la capacidad de atracción de masas. Luego vio que Zapatero iba a la suya, de forma muy distinta a la prevista y quiso hablar con él. Te invitaré a comer, le respondió el presidente, y lo hizo, pero en Doñana y con veintidós comensales.

En su tiempo y también en el de Zapatero hubo ministros y altos cargos que tenían un buen bagaje cultural, y algunos de ellos serían socialistas auténticos, o sea que soñaban con el milagro socialista, vamos a llamarlo así, ahora que ya son pocos los que viven en esa nube. En la actualidad no hay ninguno que valga un duro, y no lo hay porque Sánchez no lo soporta. No entiendo que pase sus videos, muy orgulloso y satisfecho, cuando lo primero que queda claro en ellos es que es un narcisista sin remedio.

Todo lo anterior viene a cuento por dos fallos garrafales de dos estrellas de la política. El primero de ellos es obra de la rubia de bote, que no se entiende que los vaya encadenando sin que pase nada. Nada menos que, refiriéndose a Trump, ha dicho que «el pretendido castigo que quiere profesar a España le va a salir muy caro». Ella sabe que estas cosas, no el disparate, sino el ataque a Trump, le gustan a su señorito. El otro es obra del alcornoque charnego que chulea por Barcelona, sin que le importe demostrar que más torpes no hay. Ha hablado de hipotecas a tocateja.

 
 
 

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