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Preso del odio biliar

La idea que tenía Miguel Delibes del socialismo y que resume la de muchos militantes y votantes de aquellos tiempos es la siguiente: «Antaño, el progresismo respondía a un esquema muy simple: apoyar al débil, pacifismo y no violencia. Años después, el progresista añadió a este credo la defensa de la Naturaleza. Para el progresista, el débil era el obrero frente al patrono, el niño frente al adulto, el negro frente al blanco. Había que tomar partido por ellos».

Felipe González tuvo que disimular su espíritu totalitario y su carácter mezquino para no incomodar a este sector. Omitiré la enumeración de las fechorías que cometió en contra de la democracia. Solo diré que ese caldo de cultivo inicial del PSOE permitió la llegada de tipos tan nefastos como Zapatero y Sánchez.

FG consiguió engañar a muchos. Todavía algunos socialistas de antaño, bien intencionados, creen en él.

Por su parte, ni Aznar ni Rajoy se han percatado todavía de la perversidad del felipismo. Lo dejaron vivo. El bobo de Feijóo presume de que votó a FG. Eso es estar en la inopia.

El hecho de que consiguiera engañar a tanta gente con respecto a su verdadera índole le permitió retirarse de la política y seguir siendo un personaje.

El drama del actual de sus sucesores, el ya para siempre Felón, es que no es nadie. Cuando fracase en sus aspiraciones de convertirse en dictador -esperemos que sea así- quedará como un pobre diablo. Por donde pase, suponiendo que siga en España y eluda la cárcel, será el hazmerreír.

Se le atribuye un odio biliar. Pues claro. Lo ha demostrado desde el primer día. Es esclavo de sus pasiones. Si hubiera sido capaz de ejercer un mínimo control sobre ellas, otro gallo le cantaría.

Pero es que también es esclavo de Mohamed, de Puigdemont, de Otegui, de Junqueras…

Si no fuera por el daño que está haciendo a tanta gente daría pena.

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